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jueves, 13 de noviembre de 2014

Cómo vencer mis ansiedades miedos y culpas como padre o madre

Es viernes por la tarde y tu hijo te pide salir con sus amigos o invitarlos a tu casa a ver una película, a ti no te agradan porque son desaliñados.

¿Lo dejarías salir con ellos o los invitas a tu casa?

Ante esta situación generalmente como padres nos sentimos en un binomio que nos genera: ansiedad/miedo y culpabilidad.

Quienes sufrimos de ansiedad/miedo, no comprendemos que educar es un proceso que lleva tiempo; mucho menos podemos concebir el hecho de respetar los ritmos específicos de desarrollo que cada uno de nuestros hijos requieren, los cuales por lo general son diferentes. La educación no es un recetario de soluciones inmediatas a temores de diversa índole que nos llevan a actuar de manera precipitada, ansiosa e incluso insoportable para nuestros hijos.

La culpa es una de las emociones más destructivas, además de que es inútil, ya que es muy diferente a la responsabilidad; sin embargo, en muchas ocasiones se comete el error de utilizar ambos términos como si fueran sinónimos.  La culpa significa observar solamente los aspectos negativos de la propia conducta; no permite ver lo bueno sólo lo malo, además de que propicia la intervención de “causas” ficticias sobre las consecuencias que muchas veces no tienen nada que ver con la persona y su conducta. Lleva a la autodegradación y al deterioro personal.

Los padres de familia sufrimos de un sinnúmero de culpas. Las mujeres mexicanas (y tal vez las latinoamericanas), hemos sido educadas en torno a nuestras relaciones basadas en la culpa, siendo un problema cultural que algunas de nosotras de forma consciente hemos superado con mucho esfuerzo. Esta situación tiende a cegarnos e impide la solución de problemas tanto elementales como complejos.

Por el contrario, si actuamos con responsabilidad en las decisiones que tomamos respecto a la educación de nuestros hijos, significa responder por las propias acciones y sus consecuencias (buenas, malas o regulares). Es la manifestación de un incremento de la conciencia, por lo que después de reconocer algo negativo en la propia conducta, este reconocimiento puede llevar al cambio. La responsabilidad nos permite mejorar conductas e incrementar nuestro desarrollo personal.

Tarde o temprano, como madre o padre de familia nos enfrentaremos a   conductas inaceptables de nuestros hijos, y si estamos honestamente comprometidos en su educación, no nos sentiremos presionados con nosotros mismos para responder lo mejor posible.
Por lo tanto, es importante que para ello tengamos claros los conceptos, puede ser que en algunas ocasiones reaccionemos mal y tarde, lo cual se debe a que en ocasiones falta tiempo para pensar con más claridad sobre los acontecimientos. Estamos tan acostumbrados al ritmo vertiginoso de la vida, que a veces tomamos decisiones autónomas y no nos detenemos a reflexionar sobre ello.

Las decisiones autónomas, están sustentadas en una especie de programación emocional. La podemos definir como un conjunto de decisiones y creencias que desde pequeños nos formamos acerca de nosotros mismos, de los demás y del mundo en general cuando vamos creciendo.

Conforme va pasando el tiempo acumulamos experiencias y cada una de ellas, nos ayuda a tomar decisiones sobre nosotros mismos, de la gente y de la vida, donde existen creencias o interpretaciones; es decir, si creemos que los amigos de nuestros hijos son drogadictos por andar desaliñados, es debido a nuestros prejuicios, por lo tanto, esto influirá en nuestra forma de sentir, de pensar y de comportarnos hacia ellos.

La combinación de nuestras decisiones conduce a que asumamos ciertas actitudes sobre determinados temas. El problema como en el anterior ejemplo, es que las experiencias son tan equivocadas que las interpretaciones que realizamos para tratar de entenderlas son absurdas, generando así malentendidos. Es posible que los amigos desaliñados de nuestros hijos, se vistan así porque imitan a un grupo de rock y no porque consuman drogas.

En ocasiones, sólo observamos exclusivamente lo que nos gusta y no percibimos todo lo que está fuera del campo de dicha búsqueda; estos malentendidos devastadores operan sobre temas fundamentales, áreas muy importantes que abarcan un gran territorio de nuestras metas, sueños y deseos.

Todos posemos una serie de conceptos básicos que determinan nuestras percepciones, actitudes, emociones y conductas. Son acciones guía que sirven para enfocar las percepciones, ideas sobre un tema en específico, que nos ayudan a tener una conducta mas óptima para educar a nuestros hijos, evitando sentir ansiedad/miedo o culpabilidad.

El gran problema de los conceptos guía es que a veces los malinterpretamos y entonces la conducta resultante no es la que queremos, por ejemplo, creemos que la disciplina, es:

·         Un fin, no un objetivo;

·         Creer que es un valor que hay que fomentar;

·         Confundirlo con otros valores, como por ejemplo, la responsabilidad; o,

·         Confundirlo con hábitos de limpieza y el orden

Una técnica eficaz para comprobar lo anterior, es pensar detenidamente en lo primero que viene a nuestra mente al hablar sobre disciplina. Seguramente son descripciones de cumplimiento, horario o estructura.

Las estrategias disciplinares, es decir, nuestras acciones para reforzar lo aceptable e inhibir lo inaceptable, nos conducirá a fomentar la aplicación cotidiana de valores claros, los cuales serán nuestros objetivos al momento de ejercerlas.

“Aplicar la disciplina sin un propósito claramente definido, la convierte en algo absurdo, sin sentido y corremos el riesgo de transformarla en la manifestación de nuestras obsesiones y temores”.

Es decir, si negamos a nuestros hijos la posibilidad de salir con sus amigos aludiendo que carecen de hábitos de limpieza, no significa que ejerzamos la disciplina. Lo que sale a relucir son nuestras obsesiones y temores, por lo que debemos actuar con mucha sensatez.

De las cosas que a nuestros hijos adolescentes les causa más indignación es que escojamos a sus amistades, lo mejor es que los invitemos a casa para que así los conozcamos y dejemos los prejuicios por su apariencia o producto de una mala impresión. Así, le enseñaremos valores al igual que disciplina, sin que los conceptos se mezclen y él crezca confundido.

Para reflexionar:

  • En nuestro rol de padres de familia, ¿qué conductas nos generan ansiedad al educar a nuestros hijos?
  • ¿Cómo nos sentimos cuando tomamos una decisión sobre su educación?
  • ¿Qué tipo de culpas nos genera negarles algún permiso?


Fuentes consultadas:

  • Schmill H. V. (2003), Disciplina inteligente, Manual de estrategias actuales para una educación en el hogar basada en valores, México: Producciones Educación Aplicada, 4ta. Edición


Karla Arroyo Galván, Licenciada en Psicología, Maestra en Ciencias del deporte y Alto Rendimiento, colabora en el área de Psicopedagogía  de la Preparatoria Zoebisch como Tutora de grupo y  es Docente en las materias de Prevención de Adicciones y Psicología.

5 comentarios:

Unknown dijo...

Gracias, muy enriquecedor.
Tere Lagar

Unknown dijo...

Muy Interesante el Tema. Una Sugerencia: Se perfectamente que no siempre nos es posible acudir al llamado para una conferencia. Pero considero que pudiera ser viable programar algunas con cierta anticipación con este tipo de temas. Y si es con el auxilio de un experto, pues mejor. Gracias por compartir estas reflexiones.

Atte.

Gabriel Castro

Unknown dijo...

Ciertamente los miedos nos limitan muchas veces a actuar con objetividad. En ocasiones por querer proteger a los que más amamos, otras por malas experiencias vividas.
Hay que trabajar en esos miedo empezando por saber perdonar a quien nos hirió o a nosotros mismos, y aprender de nuestros errores.

Unknown dijo...

Felicidades, muy buen artículo.
Este tipo de decisiones se platican entre esposos y con los hijos, creo que es importante "jugar" o " combinar" las salidas. es decir, primero conocer a los amigos de nuestros hijos y después de eso recibirlos en casa con reglas claras y horarios y también darles la oportunidad de salir con ellos con las mismas reglas y horarios y checar muy los lugares que frecuentan o a dónde e asistirían.

Unknown dijo...

Buenas tardes:

Es verdad aquel dicho que mi mamá me decía "El hijo o hija se empieza a educar desde que nace", si queremos educarlos a los 2 años, ya perdimos los 2 años para comenzar a educar. No se trata de cambiar el Carácter que ya traen genéticamente, pero si saber "modelarlo" a beneficio de nuestro hijo(a), pero este va de la mano con el amor, los valores y la educación.

Cuántas veces conocemos personas que tienen Doctorado y son muy groseras con la gente, no es cuestión solo de educación es mucho más profundo el problema, está en CASA.

El respeto hacia las personas adultas se ha ido perdiendo, los hijos muchas veces les dicen a sus padres como "Que Onda Jefa o Jefe" o cuando creyéndose muy adultos platican con un vocabulario altisonante (y permisible por los padres). A mi hijo de 15 años le dije: -hijo te quiero mucho y siempre vamos a ser tú mamá y tú papá, no somos tus amigos, por que no todos los "amigos" dan un buen consejo y nosotros tus padres siempre te daremos el mejor consejo por que te amamos y queremos que siempre vayas por el camino correcto -. El mundo no es todo color rosa y así lo tienen que saber, y que cuando se tropiecen sepan levantarse y volver a intentarlo.

Ser Padres no es fácil, no hay escuela para aprender, es día a día. Tenemos un camino que recorrer con ellos todavía, debemos de aprovecharlo al máximo para seguir nutriéndolo de "Todo lo Bueno".
Los felicito por el blog y querer conocer mi opinión.

Saludos cordiales.
LAURA ELIZABETH CASTILLO LOPEZ