Te imaginas un mundo en donde todos
trabajáramos en aquello que nos apasiona o para lo que estamos dotados, definitivamente
este mundo sería diferente. Lleno de personas satisfechas con lo que hacen, altamente
productivos y recibiendo ingresos según el desempeño de sus talentos.
- Yo quiero estudiar esto, pero mi mamá no
me deja. Dice una estudiante durante mi clase de orientación vocacional.
-
Mis papás me dicen que estudie lo que quiera, pero no tengo ni la menor idea de qué.
- Queremos ayudar a nuestro hijo, pero
estamos preocupados porque se ha
encaprichado con una profesión que ni siquiera sabíamos que existe.
Y así un sin número de historias de
confusión e incertidumbre, sin embargo dentro de todas estas historias, también
existen algunas que llaman mi atención, jóvenes que con determinación deciden: yo
voy a estudiar esto, porque me gusta y soy bueno, además es una carrera con
alta demanda que me permitirá cumplir con mi proyecto de vida.
¿Cuál es la diferencia? son alumnos que han
desarrollado un nivel de autoconocimiento superior al resto de sus compañeros, con
la oportunidad de vivir experiencias que le han permitido desarrollar destrezas,
habilidades y despertar su interés por actividades concretas.
Que
poseen confianza y seguridad respecto a
su toma de decisiones, en donde se hace evidente la participación de los
padres.
El talento, es la capacidad que se tiene
para desempeñar tal o cual actividad de manera natural, es decir ya se trae, sin embargo es necesario incentivarlo
adecuadamente, para que se desarrolle y rinda frutos.
¿Cómo puedo saber si mi hijo es talentoso
para algo? Definitivamente, tenemos que observarlos, acercarlos a ambientes que
impulsen el desarrollo de dichos talentos y brindarles la oportunidad en
diversos ámbitos. ¿Cuantas veces subestimamos a nuestros hijos, pensando que
tal o cual actividad no será de su agrado o no podrá hacerlo?
Nuestro cerebro tiende a establecer
creencias a partir experiencias vividas, considerándolas como certezas, aun si
no estamos en lo correcto. Por lo tanto si yo establezco en mi cerebro que a mi
hijo no le interesan los deportes, porque algún día lo intentó y no funcionó, probablemente ahora lo esté privando de la
oportunidad de volver a practicarlos.
Es necesario revisar nuestras creencias
sobre las habilidades, gustos o intereses de nuestros hijos, atrevernos a
presentar nuevos retos y recordar que no siempre, el camino más fácil, es el mejor.
Debemos guiar a nuestro hijo hacia el conocimiento pleno de sus intereses,
habilidades y potencialidades, ayudarles a desarrollar confianza en sí mismos y
en su criterio, reforzar y apoyar sus decisiones,
sin miedo al qué dirán, dejando de lado nuestros prejuicios, reconocer su
esfuerzo, confiar en ellos y hacer del error una oportunidad para mejorar, reconociendo
sus limitaciones, sin criticar.
Recomiendo no desanimarse si por ahora
su hijo no presenta ningún interés en concreto, tenga expectativas altas
entorno a su desempeño, será mejor exponerlo a un sin número de posibilidades,
que caer en la trampa de la apatía.
Elaborado por: Perla
Madrigal Montoya, Licenciada en Psicología
especialista en Educación, actualmente colabora en el área de Psicopedagogía de la Preparatoria Zoebisch, como tutora y es docente en las
materias de orientación y prevención de adicciones
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